De pingüinos, gansitos y submarinos
Hace un par de meses, cuando me vine a vivir a Tucson, me sorprendió ver tantos productos mexicanos en la sección de productos étnicos de algunas tiendas. Entre el pan pita árabe y el henna de la india estaban los pingüinos, gansitos y submarinos Marinela. Si tienes un antojo y vives lejos de estas tiendas es fácil conseguir unos pingüinos si pides unos chocolate cupcakes o unos submarinos preguntando donde están los twinkies pero no hay ninguno que tenga el relleno de mermelada de fresa y crema con cubierta de chocolate como los gansitos, mis favoritos de niño.
A mi mamá no le gustaba que comiera esas cosas así que en varias ocasiones tuve que convencer a mi tío Jerónimo para que me diera dinero para comprar un gansito o un pingüino. Iniciaba de manera inconsciente un monólogo que podía extenderse por varios minutos, “Tío, ¿me da cinco pesos?… ándele tío, cinco pesos… ¿Si, tío?.. cinco pesos tío… para un gansito tío… ¿Qué son cinco pesos?... ándele… ¿Si?... ”, hasta que finalmente se metía la mano en la bolsa para darme la moneda y yo salía corriendo, feliz, al abarrotes de la esquina.
Al tío Jerónimo lo recuerdo viejo, sentado en cuclillas, inclinándose el sombrero hacia arriba, sacando una cajetilla de Delicados de la bolsa de la camisa, tomando uno de los cigarros para desprenderle el filtro, pasándolo por su lengua para humedecerlo y llevándoselo a la boca para encenderlo. Recuerdo el cigarro consumiéndose y el humo y el olor.
Mi tío Jerónimo construyó la casa de la abuela de a poco, cuando había dinero. Cuando al fin dejó de construirla, después de más de 20 años, aún estaba sin terminar y se podían ver las varillas de acero que se extendían al cielo. Mi tío construyó muchas casas. En una ocasión venía en el auto de una amiga de mi mamá a la que acompañamos para hacer alguna diligencia. Casualmente pasamos por una de las casas que mi tío había construido. “Esta casa la construyó mi tío Jerónimo” comenté emocionado. “Tu tío, ¿es Ingeniero o Arquitecto?” preguntó la amiga de mi mamá. “Es albañil” contesté rápidamente mientras perdíamos la casa de vista.
También lo recuerdo con una taza de café Combate en la mano que el mismo preparaba en una talega que nunca lavaba. Hablaba poco. Mi tío tenía un par de amigos que venían del Golfo de Santa Clara a saludarlo. Cuando estaba con ellos reía y platicaba de tierras, del mar, del ferrocarril. Las complicaciones de una pierna con gangrena que nunca se atendió y que descubrimos cuando ya era muy tarde rescatarla le fueron menguando la vida. La noche que velamos su cuerpo solo estuvimos presentes unos cuantos familiares. ¿Me da cinco pesos tío?
3 Replies to “De pingüinos, gansitos y submarinos”
Comments are closed.
Me has llegado al alma. Quisiera que mis sobrinos me recuerden como tú a tu tío. Que bonitas palabras Hiram.
Qué agradable leer tu relato. Casi puedo imaginarme a tu tío, su rostro, tomando café y fumándose un cigarro y a tí, de pequeño, “neciando” para que te dieron los cinco pesos. Son las historias de muchos de nosotros. La vida de vecinos, amigos y parientes. Me imaginé las barillas saliendo del techo, y pensé que así somos y siempre tenemos cosas en construcción y algunas no terminan nunca.
“Neciando” es una bonita palabra para lo que mi abuela llamaba “pediche”. “No andes de pediche con tu tío” me gritaba desde la cocina.