La reina del tlacoyo.

En agosto de 1989, en mi cumpleaños número 18, mi papá me regaló la revista Playboy que tenía como portada la foto de La Toya Jackson. En las páginas centrales estaba La Toya recostada, completamente desnuda y con una boa constrictor alrededor de su cuerpo, en otras  estaba montada en una motocicleta, en otras más estaba posando junto a una silla, pero en todas mirando a la cámara con los ojos entrecerrados. Su increíble parecido con Michael Jackson resultaba algo perverso. No sé que estaría pensando mi papá en esos momentos cuando me entregó la revista envuelta en papel de despacho y me guiñó un ojo a manera de complicidad, como si me estuviera entregando algo prohibido. La verdad es que ese tipo de revistas habían estado pasado por mis manos (y mis ojos) desde que estaba en la secundaria, y yo ya estaba iniciando la universidad para esos entonces. Si mi papá quería enseñarme algo de educación sexual al regalarme esa revista, había llegado tarde, la televisión ya había hecho lo suyo durante mi niñez y Olga Breeskin había sido mi material didáctico.

Aún recuerdo la pegajosa tonada de la canción que nos invitaban a cantar los locutores antes de su presentación en los programas de televisión, especialmente en Siempre en Domingo, “Todos queremos ver a Olga, todos queremos ver a Olga”. Y si, yo quería ver a Olga, quería ver sus curvas y sus grandes senos apretados, quería contemplar sus gruesas piernas y su pequeña cintura, quería hipnotizarme con el sonido de su violín y sus pasos de baile, quería fascinarme con sus plumas, sus lentejuelas y sus medias de red. Si, antes que ella hubo otras como Rafaella Carrá y después de ella vinieron otras como Lila Deneken, pero para mis párvulos ojos Olga era la estrella del show, que resulta que “la estrella del show” es la traducción literal de “vedette” en francés.   

Pasaron los años y yo, junto con la televisión y los cabaret nos olvidamos de ella y de todas las demás, hasta la semana pasada que vimos el documental Bellas de Noche de la directora María José Cuevas. La historia se centra en mi Olga y otras cuatro vedettes de la época, Lin May, Wanda Seux, Rossy Mendoza y La Princesa Yamal. Entre pícaras e inocentes y después del olvido todas siguen luchando por sobrevivir. Una de ellas resistió los embates del cáncer, otra trata de olvidar los dos años y medio que estuvo encerrada en la cárcel y una más está feliz porque recientemente fue coronada la reina del tlacoyo, todas bellas a su modo, en su esencia. Olga sigue imponente con sus exuberantes curvas, es la única que sigue haciendo shows y actualmente trabaja en Las vegas. Si quieres verla no la busques en los Casinos, búscala en su ministerio cristiano. Ya no muestra su cuerpo, ahora le canta y toca el violín para  Dios.

la reina del tlacoyo

Fotos tomadas del documental Bellas de Noche de María José Cuevas