Lety, ya viene semana santa.
“¿En serio crees que me veo bien?” me gritó Richard desde el baño el domingo pasado. Ese mismo día por la mañana había ido a cortarse el pelo mientras lo esperaba en un café. Un par de horas después, cuando nos encontramos en la cafetería no pude evitar mi sorpresa, traía un corte militar casi a rape. Trató de explicarme que “La peluquera no me estaba poniendo atención, solo me quería vender productos para el pelo y las canas. Le dije que me cortara con la dos en los lados y que me dejara textura en el copete”. Me acerqué y desde la puerta del baño le dije “Te ves bien, no te preocupes, es que me sacó de onda verte con el cabello tan corto. Además, es solamente pelo, en un mes te vuelve crecer”. “A esta edad….” me contestó mientras se pasaba los dedos por el cabello, inspeccionándolo.
Era un domingo de 1982 y el siguiente lunes era mi primer día de clases en la Secundaria Federal # 4. La escuela era famosa por ser una de las mejores escuelas públicas y porque su Director, el Prof. Gutiérrez obligaba a los muchachos a cortarse el pelo estilo militar. Le pedí a mi mamá que me llevara a buscar una peluquería pero me dijo que era domingo, que dudaba que hubiera alguna abierta, que si acaso en el centro, que además era mi responsabilidad, que saliera yo a buscarla. Así que fui al centro caminé por algunas calles y encontré la peluquería Valenzuela abierta. Entré y cuando llegó mi turno le dije al peluquero que necesitaba que me cortara el pelo muy corto, con máquina. “¿Vas a la 4, verdad?”, me preguntó, “Si”, contesté, “Son los únicos que me piden ese corte”. Al llegar a casa inspeccioné de cerca mi cabello frente al espejo justamente como Richard hace una semana. “Es solamente pelo…”, me dije, tratando de convencerme pero tenía 11 años, eran los ochentas y la moda era el cabello con melena, esponjado y partido por la mitad. No era justo, todos los actores y cantantes traían ese estilo, Emmanuel, Menudo, Luis Miguel. Así que al principio fue difícil acostumbrase, sobre todo porque en la calle nos gritaban “sardos”, la forma despectiva de llamar a los soldados rasos.
Otra de las cosas por las que tenía fama la escuela era que Toño, el prefecto, era muy estricto. Todos los días, especialmente los lunes de honores a la bandera, nos revisaba el cabello al entrar y si no le parecía lo suficientemente corto, no nos permitía pasar. En los tres años de escuela, solamente una vez no me dejó entrar. Ese día tenía examen así que fui a la peluquería Berny's en el mercado número 2 para cortarme el pelo. Cuando regresé a la escuela, Toño me inspeccionó, movió la cabeza de arriba abajo en señal de aceptación y me dejó entrar. La única forma de burlar al Toño era entrar a la escuela con un grupo de amigas, un “buenos días”, un “qué guapo amaneciste” o “te ves diferente” era suficiente para distraerlo, pero no siempre había amigas dispuestas.
Seguí cortándome el pelo en la peluquería Valenzuela muchos años después de salir de la secundaria. De hecho aún lo hago cuando voy a Hermosillo y hasta Richard se ha cortado el pelo ahí también. El dueño, quien me cortó el pelo por casi tres décadas murió hace algunos años. Siempre, después de cortarme el pelo y mientras sacudía la capa, me inventaba un evento social y me decía, “Listo para la quinceañera”, “Listo para la boda”, “Listo para la Expo”, y cuando no se le ocurría nada simplemente decía “Listo”. La peluquería la heredó su hijo que también es peluquero pero a nosotros nos gusta que nos corte el pelo Lety. Lety es más platicadora y no nos anda vendiendo productos para el pelo o para las canas. Cuando le comenté que me mudaría a Tucson me dijo que no dejáramos de visitarla aunque sea en vacaciones. Así que, Lety, ya viene semana santa.
Foto: Lety y Richard en la Peluquería Valenzuela de Hermosillo.