Historias de un chaperón

Cuando niño vivía en la casa de la abuela. Las tías, a exigencia de la abuela, me usaban de chaperón para las visitas con sus novios. ¿Qué niño se negaría a que le compraran nieves, lo llevaran al cine y en ocasiones a cenar a cambio de hacerse de la vista gorda cuando los enamorados se daban un beso en la boca? Al menos yo no era ese niño. Además, era una responsabilidad muy grande mentirle a la abuela y mi silencio o negación de cualquier acto impúdico tenían un precio.

Cuando el novio en turno no tenía dinero para salir, pasábamos la tarde en casa de la abuela, sentados en la sala viendo películas viejas de Marisol o de Rocío Durcal. Los novios tomados de la mano y yo hipnotizado con las canciones y las historias de amor rosa.

"La vida es una tómbola, y todos en la tómbola encuentran un amor"  

cantaba Marisol mientras coquetamente le desanudaba el corbatín a los músicos de la orquesta, y yo le creí. Me envolvió en sus mentiras con su felicidad desbordada y sus colores pasteles. Pensar que el amor llega como suerte en una tómbola ¡qué pueril!

El amor, como el trabajo de chaperón, hay que masterizarlo. Hay que saber decir cuándo una nieve no es suficiente y exigirla con cuberta de chocolate, hay que aprender a reconocer las intenciones del novio para con la tía y demandar una bolsa grande, gigante, ¡una cubeta! de palomitas en el cine, y hay que aprender a chantajear, "si no quieren que le diga a la abuela lo que hicieron en el mirador de la Pitic, cómprenme una bolsa llena de Lunetas" o de Salvavidas (¿Todavía existen?).    

Mi trabajo de chaperón no estab lleno de luz y de color como la tómbola de Marisol, también me tocó ver discusiones entre los enamorados, separaciones en pleno parque Madero, portazos de auto dejándome en el asiento trasero mientras el novio me miraba furioso por el retrovisor y por supuesto mi trabajo terminado, no más Fábula Pizza, no más hamburguesas del Japs, no más golosinas. Además, la conciencia de callar para siempre todos los actos pecaminosos que vi no es tarea fácil y a pesar de mi corta edad me tomé en serio mi trabajo, todo acto de lujuria los borraba de mi memoria con un Gansito y una Fanta de naranja.

Si la vida es una tómbola Marisol, cantemos a coro con tu corazón.