Fuencarral 39, Prefacio. “Por las calles de Madrid.”
Hace ya más de 7 años que fui a Madrid a estudiar. En el vuelo entre el DF y Madrid me tocó sentarme al lado de un Vasco quien me habló maravillas de Bilbao. Prometí visitar su ciudad pero no lo hice. Desde que esaba en la universidad y conocí la obra de Gaudí en fotografías quería verlas y caminarlas en persona. Así que Barcelona y otras ciudades como Sevilla, Granada, Toledo llenaron mis fines de semana.
Después de una breve estancia en un hostal en el que compartí el baño con varias personas que vivían en el mismo piso me mudé a un departamento de la calle de Fuencarral, en pleno corazón arcoiris de la ciudad. Curiosamente, hace un par de meses me encontré en una vieja librería de Tucson un libro titulado "Las Calles de Madrid" escrito por Peñasco y Cambronero en 1889. Sobre la calle de Fuencarral escriben:
Esta calle (La de Fuencarral) comienza en la de la Montera y termina en la glorieta de Quevedo: antes concluía en la de Bilbao. Conserva el nombre desde el siglo XVII.
Ya en tiempo de Felipe II fueron cortándose estos montes (el terreno que media entre la calle y el inmediato pueblo de Fuencarral), y en el reinado de Felipe III aparece formada la calle.
El Ayuntamiento de aquella época (trató) de hacer desaparecer de ella dos herradores que allí tenían su establecimiento: bien que ellos se resistieron y armóse un pleito que dió comidilla á los vecinos para hablar largo tiempo.
Las casas número 20 y 22 están edificadas sobre el solar en que se hallaba el convento de agonizantes de San Camilo de Lelis, fundado en 1643.
En el núm. 113 existe un Asilo de jóvenes sirvientas.
Tucson, Peñasco, Madrid, Bilbao, las coincidencias no son más que eso, historias que uno arma en la cabeza. Fuencarral 39 fue mi hogar por 3 meses. Viví en la azotea en un mini departamento en el que el olor a mota se mezclaba con el de chorizo y las pasiones se dejaban escuchar por entre las delgadas paredes de cartón y yeso.
La madrugada que dejé Madrid tenía ganas de llorar pero cuando abrí la puerta del edificio la calle de Fuencarral me recibió con música, gente yendo y viniendo con botellones en mano, riendo, bailando, borrachos, fumando. Con maleta en mano caminé rumbo a la estación del metro Tribunal, antes de bajar las escaleras me despedí de Fuencarral sin imaginar que me la encontraría en pleno downtown de Tucson