Cumpleaños
Este 25 de junio es cumpleaños de mi sobrina Iryel pero ella ya festejó su cumpleaños hace unos días con una gran piñata de unicornio con cabello de arcoiris. La idea de la fiesta anticipada era que sus compañeritos del kinder la festejaran antes de salir de vacaciones cuando es más difícil reunir a todos los niños. En fiestas de cumpleaños anteriores me he dado cuenta que lo que a ella le gusta de los regalos, más que su contenido, es abrirlos. Arrebatar el moño, romper el papel, ver el contenido, decir cortésmente "es hermoso", y abrir el siguiente. Recuerdo que yo era igual, más que el pastel, la piñata o los dulces, me gustaba abrir los regalos. Aunque yo los abría con mucha paciencia, ponía los moños dentro de una caja y quitaba cada pedazo de cinta scotch con delicadeza para no romper el papel. La sesión de abrir regalos se volvía aburrida para mi hermana que optaba por desaparecer a media sesión.
Yo sabía que cumpliría años y sabía lo que significaba: regalos. Un día después del cumpleaños de un amiguito, desesperado por tener mi propia fiesta le pregunté a mi mamá cuándo era mi cumpleaños. Descolgó de la pared de la cocina un almanaque de esos a los que les vas cortando las hojas día por día. Me lo mostró, pasó varias hojas, muchas, y me dijo, "¿Ves este 2? Este es tu cumpleaños, el 2 de Agosto. Faltan todavía tres meses". Así que para motivarme (y mantenerme ocupado) mi mamá colgó el almanaque en mi recámara y me encargó arrancarle una hoja cada mañana por cada día que pasara. "Cuando llegues al 2 de agoto.." me dijo mirándome y señalando el almanaque, ".. ese día será tu cumpleaños y te haremos la fiesta". Me brillaron los ojos.
Tomé muy en serio mi responsabilidad de arrancar los días al almanaque. Arrancaba hoja por hoja, día a día, era lo primero que hacía inmediatamente después de levantarme de la cama y lo último que veía antes de irme a la cama. La promesa de un nuevo día, de una fiesta, un pastel y regalos, muchos, muchos regalos. Después de varios días me parecía que el tiempo pasaba muy lento, asi que comencé a arranancarle dos hojas diaras al almanaque. Después de varios días, empecé a arrancar tres hojas diarias, lugo cuatro, luego cinco, luego seis. ¡Funcionó! La espera de tres meses se había reducido apenas a dos semanas. Esa mañana, emocionado, arranqué el 1 de agosto al almanaque, "¡Es mi cumpleaños, es mi cumpleaños!" Grité.
El tiempo es relativo. Ya viene mi cumpleaños, ¿ya dije que era el 2 de agosto?