Junto a los árboles
En diciembre pasado visitamos a unos amigos en Cuernavaca (Cuernavaca significa Junto a los árboles en Náhuatl), teníamos años que no los veíamos y decidimos ir a tomar un café para platicar. Pasaron por nosotros y decidieron llevarnos al mejor café de Cuernavaca en el nuevo centro comercial Averanda, un monstruo de 3 pisos con hotel, varias torres de oficinas y otras tantas de residencias así como un mega estacionamiento que me puso la carne de gallina y que es perfecto para una escena de crimen a lo Freddy Krueger (me imaginé tratando de escapar del hombre de los dedos de navajas o mejor aún, yo persiguiendo a mis víctimas con una mirada triste y manos de tijeras a lo Edward Scissorhands, las navajas punzan pero las tijeras punzan Y cortan con gran precisión). Las verdad es que el lugar nos dejó impresionados, los restaurantes, las tiendas, nos recordó mucho a San Diego. ¿El café al que nos invitaron?... Un Starbucks.

En Estados Unidos los Starbucks están por todo lados y aunque no son muy baratos (US$5 o MX$100 por un café mediano), son accesibles para la gran mayoría de las personas, son casi casi como los Oxxos. Además, viniendo de Estados Unidos queríamos probar café regional (En realidad Richard no quería dar dinero a la transnacional). Les preguntamos si había algún café más típico como los que están junto a la Catedaral en el centro de Cuernavaca. Es así como empezó una búsqueda frenética por todo el centro comercial, subimos por escaleras eléctricas y bajamos por elevadores, caminamos por andadores de mármol espejeado, nos entremetimos por jardines con palmeras y bugambilias, pasamos al lado de una gran fuente donde todo mundo se tomaba selfies, miramos al cielo en busca de una señal y lo que vimos fueron tres grandes torres a medio construir, vidrio, concreto y acero dándole forma a las futuras residencias de los afortunados que puedan pagar 9 millones de pesos, al final no encontramos ningún café típico.
Después de tanto caminar la cosa se puso tensa, los humores no eran los mismos que los de hace apenas un par de horas, me empezó a dar hambre y me lanzé a comprar un sándwich de galleta de chocolate con nieve de vainilla. Y fue precisamente en ese momento, cuando le hincaba el diente al sándwich de nieve y que se le salió la nieve por un lado, que tuve una revelación. La nieve en el piso me dejó claro que no podemos tener todo en la vida, que no se puede chiflar y comer pinole, o en este caso, que no se puede conseguir un buen sándwich de nieve en la ciudad de la eterna primavera. Entonces dije las palabras mágicas, - Y, ¿No hay otro café, algo así como un Sanborns? Esto se conoce en los Estados Unidos como compromise, o en Español ni tu no yo, donde nadie obtiene lo que realmente quiere y termina tomando un triste café aguado en el Toks y compartiendo un pedazo de pastel medio seco que seguramente tenía varios días en el aparador de los pasteles.